La Esquina de Hugo Martes, 3 febrero 2015

La verdadera historia del “Código Enigma”, una versión edulcorada de Alan Turing

Hugo Coya

Periodista interesado en los silencios ensordecedores

¡Cuidado, spoilers!

Quien no conozca su biografía o haya leído apenas algunos pasajes de ella podría creer, al ver la película “The imitation game” (El Código Enigma), estar frente a un perfil bastante exacto del matemático británico Alan Turing.

Pero, como ocurre, incluso, con muchas buenas películas, la realidad no solo es distinta sino, en este caso, completamente diferente. Así lo revelan los documentos desclasificados de la Segunda Guerra Mundial y sus biógrafos que pasaron años hurgando su vida.

Foto: British Historical Archives

Foto: British Historical Archives

En El Código Enigma, Turing, encarnado por el actor Benedict Cumberbatch, es presentado como una persona casi asexuada, avergonzada de ser homosexual y dueña de una personalidad que refuerza el estereotipo de la ‘loca mala’, cuya inteligencia sirve para humillar a cuanta persona se le pone en frente y esto le granjea numerosos enemigos.

El ‘Turing’ del director Morten Tyldum refleja a alguien temeroso, víctima de bullying infantil por su debilidad física, que llora con mucha facilidad, reacia a trabajar en grupo y, incluso, al final de sus días, sufre de manos temblorosas, impidiéndole hasta agarrar un lápiz por los tratamientos químicos a los que fue sometido. La única concesión que la película le hace es su pasión por el atletismo.

Otros aspectos de la personalidad dibujados por el film trazan a un ser taciturno, poco comunicativo, arrogante, despótico y cuya capacidad de socialización y de interrelación con el mundo es inversamente proporcional a su gran inteligencia.

Pues, el verdadero Turing no era nada de eso e intentaremos aquí señalar algunas diferencias entre la ficción cinematográfica y la verdad histórica.

Foto: British Historical Archives

Foto: British Historical Archives

Turing, además de un brillante matemático, era bastante fuerte y gozaba de una gran vitalidad física desde muy pequeño, hecho que le permitió participar en numerosas maratones y recorrer en bicicleta los 100 kilómetros que separaba su casa del colegio a los 14 años. Nada que ver con el niño débil de la película.

Foto: British Historical Archives

Foto: British Historical Archives

La máquina que inventó nunca la bautizó como ‘Christopher’ en honor a un amor colegial por su compañero, quien falleció víctima de tuberculosis. El nombre original de la maquina fue ‘Victoria’ en honor a una similar inventada por los polacos.

Foto: British Historical Archives

Foto: British Historical Archives

Si bien se le conocía como una persona excéntrica que llegaba a vestir pijama debajo del terno, Turing nunca expresó disgusto por ser homosexual ni tampoco lo escondía. Tuvo, además, varios amantes y dos públicas y largas relaciones con hombres como el noruego Kjell Carlson, a quien conoció en un bar gay en Dinamarca.

Tampoco la novia, interpretada por la talentosa Keira Knightley, es mostrada de forma real. Ella no fue contratada por Turing después de una prueba de crucigramas o matemáticas sino que ya trabajaba allí cuando él llega al lugar donde se desarrolla la máquina.

Como si esto fuera poco, ella supo que era gay desde el principio y aun así decidió mantener una relación más amical que romántica con el científico.

Las críticas más agudas hacia el Turing de la película han sido por la distorsión acerca de la forma en que vivió sus últimos días. Es cierto que fue condenado por homosexual ya que, en esa época,  ser gay era un crimen en Gran Bretaña y el juez le había dejado escoger entre ir a prisión o someterse a un tratamiento hormonal para ‘curarse’.

Pero lo que no se menciona, adecuadamente, es que dicho tratamiento le provocó grandes transformaciones físicas, dolores terribles y trastornos sicológicos al punto que le crecieron senos prominentes, sumergiéndolo en una gran depresión que lo indujo a su suicidio y se tragó una manzana envenenada.

Ese hecho inspiró, en la vida real, a Steve Jobs para crear el símbolo de Apple en homenaje a Turing, considerado el verdadero padre de las computadoras, autor de descubrimientos astronómicos y creaciones científicas.

Foto: British Historical Archives

Foto: British Historical Archives

Estas y otras grandes inexactitudes han provocado que el mejor biógrafo de Turing, Andrew Hodges, exprese su indignación por la forma en que el célebre científico es descrito, a pesar de que la película está basada en su propio libro.

Los productores aseguran que esta versión de Turing fue para alcanzar a un público más amplio que, de haber conocido la cruda verdad, no se acercaría tan masivamente a los cines a verla ni hubiese obtenido las nominaciones al Oscar o los otros premios conquistados.

¿Se puede echarle edulcorante a la verdad para hacerla más digerible o menos brutal?

Con la distancia y las diferencias obvias, los peruanos tuvimos nuestra propia Turing en la Segunda Guerra Mundial.

Elvira de la Fuente Martínez, quien vivió en la misma época que Turing, fue una figura decisiva en la Segunda Guerra Mundial y también enfrentó los rigores de una sociedad que le negó hasta el último momento el reconocimiento.

Foto: British Historical Archives

Foto: British Historical Archives

Al igual que Elvira en su momento, Turing recién ahora recibe un menguado reconocimiento ni tampoco podrá compartir con los actores que encarnan su historia o podrá lucirse en la alfombra roja de la gala del Oscar.

El mundo que ambos ayudaron a salvar y que los condenó en su época vuelve a hacerlo ahora con Turing, a través de una versión cinematográfica que no revela su verdadera dimensión humana, apenas con una que permite a una sociedad lucir menos culpable.

Hugo Coya

Periodista interesado en los silencios ensordecedores