La Esquina de Hugo Lunes, 16 febrero 2015

¿Qué hacer con la televisión peruana?

Hugo Coya

Periodista interesado en los silencios ensordecedores
Mascotas. Ilustración: Elefonte

Mascotas. Ilustración: Elefonte

Basta con apretar un botón para que la televisión nos muestre lo que está ocurriendo en el país y el mundo, transformándose en el medio de comunicación más influyente, puesto que difunde valores, influye decisivamente en todas las decisiones en los ámbitos social, político y económico, así como en el intento de integrar un territorio con tan compleja geografía, historia y cultura milenaria.

Así la televisión incide en la forma en cómo pensamos y actuamos, sumado al hecho de que el Perú es uno de los países de América Latina que posee una de las mayores tasas de consumo de horas de este medio por habitante al día. Un reciente estudio indica que los peruanos vemos un promedio de tres horas y media por día de televisión y la principal razón esgrimida es su carácter informativo.

 

Pero ¿está actualmente la televisión peruana cumpliendo este papel?

Protesta en Bolivia apra que regresen Los Simpson a la programación del canal. Foto: La República

Protesta en Bolivia apra que regresen Los Simpson a la programación del canal. Foto: La República

Con la inminente realización de la autodenominada Marcha contra la TV basura, se ha instaurado un debate acerca del peso gravitante de este medio sobre la sociedad, la calidad de sus contenidos y acerca de si se debe imponer limitaciones a ellos.

Algunos, genuinamente, temen que el reclamo desate la censura, como ya ocurrió en el pasado. Otros, sin embargo, rechazan la protesta con argumentos tan simplistas como que si a alguien no le gusta un programa cambie o vea cable, olvidando que el espacio radioeléctrico no solo pertenece a todos los peruanos sino que la gran mayoría no cuenta con acceso a canales internacionales.

Lo cierto es que el Perú carece de una autentica regulación acerca la calidad de los contenidos televisivos, como sucede en otros países. La única norma existente es la Ley de Radio y Televisión No. 28278, aprobada en el 2004, que obliga a todos los canales a contar con un código de ética, el cual establece ciertos límites retóricos a su producción.

El Estado posee el Consejo Consultivo de Radio y Televisión (CONCORTV), el cual se encarga de propiciar las buenas prácticas en los medios audiovisuales sin que sus recomendaciones tengan un carácter compulsivo. Las televisoras pueden o no tomar en cuenta sus consejos.

Si un televidente o un grupo de televidentes se sienten agraviados por un determinado contenido, el único camino que poseen es acudir a la Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRTV).  La denuncia es dirigida al comité de solución de quejas y, de ser el caso, al tribunal de ética, donde algunos de sus miembros mantienen alguna cercanía con los mismos canales de televisión, convirtiendo la autorregulación, en la práctica, en una mera declaración de intenciones.

Quizás la forma más eficaz para la regulación de contenidos haya sido la que constituyeron hace algunos años, paradójicamente, los anunciantes. Ellos, agrupados en la Asociación Nacional de Anunciantes (ANDA), crearon un semáforo ético que clasificaba los programas televisivos en luz verde, ámbar o roja de acuerdo a su calidad. Cuando un programa se ganaba el color rojo, se disponía que los anunciantes retirasen su publicidad, pero eso ha dejado de funcionar por decisión propia al considerar esa institución que no les correspondía cumplir ese papel.

Sea como sea, la situación actual ha devenido en que la televisión peruana posea contenidos de bajísima calidad, extremadamente violentos y pocos plurales.

Cada vez que el Congreso o alguien han propuesto elaborar una norma al respecto, los propietarios la rechazaron ante el temor de la censura y la imposición de limitaciones a las libertades de prensa, información y opinión. En América Latina y aquí en el Perú, hay y ha habido numerosos casos de arbitrariedades y limitaciones a estas libertades, bajo la excusa de la defensa de los intereses populares.

 

No obstante, el problema subsiste

Nutrición. Foto vía Foros Perú.

Nutrición. Foto vía Foros Perú.

Quizás el punto más álgido sea el énfasis dado por nuestra televisión a la violencia física o la difusión de estereotipos que promueven la explotación, la injuria, la difamación, la discriminación o, en general, atentan contra la dignidad de las personas al reforzar estos patrones socioculturales.

Es necesario tener presente que la televisión usa recursos visuales que recrean supuestamente la realidad, simbolizando o representando sus diversos aspectos, basado en diversos criterios que son enriquecidos por el mensaje, la potencia del sentido, la proximidad y la actualidad.

Gracias a ello, el televidente debería poder optar racionalmente por observar determinado contenido, pero los productores y directores apelan a su subconsciente para mantener su interés a través de los recursos audiovisuales que poseen.

Bajo esta premisa, ellos jerarquizan y presentan los programas, estableciendo la pauta como si se tratarán de un continuo e invisible letrero luminoso que apela a la curiosidad, aviva la imaginación o, simplemente, la distracción, de manera tal que evite que use el control remoto.

Esta estrategia disminuye el poder de los televidentes para seleccionar contenidos, condicionándolos a consumir aquellos que han sido seleccionados por los productores o directores, de acuerdo con la visión preconcebida de que ellos conocen bien las preferencias, valores, conocimientos y creencias de la teleaudiencia. Así se reduce también la capacidad del televidente, impidiéndole que ejerza su facultad, consciente o inconscientemente, natural o artificialmente, sobre la base de sus conocimientos adquiridos antes para valorarla de modo adecuado.

Otro aspecto que debemos tomar en cuenta es que, si bien la televisión juega un papel preponderante en la formación de las imágenes y las ideas, sería iluso pensar, en pleno siglo XXI, que las personas actúan como autómatas y que dicen o hacen algo apenas porque lo vieron en televisión, hecho que constituiría menospreciarnos como seres humanos y sociedad en su conjunto. Diversos estudios indican que, con la excepción de los niños o personas limitaciones mentales, los televidentes pueden diferenciar entre realidad y ficción.

Bajo estas premisas, no cabe duda que la regulación de los contenidos es un debate pendiente y que debemos tomar en cuenta todos los elementos en juego para así crear instrumentos que permitan que la televisión impulse el espíritu crítico y la identificación con la sociedad, ya que puede convertirse fácilmente también en un agente de desinformación, como ocurrió en épocas no muy lejanas en el Perú.

Se necesita, pues, que las autoridades, propietarios, comunicadores y representantes del público generen estos mecanismos para elevar el nivel de nuestra televisión, considerando que la televisión puede reforzar la construcción personal y social o propiciar su descomposición.

Hugo Coya

Periodista interesado en los silencios ensordecedores